Por Felipe Canchola González
Hay gente que siempre están muy ocupada. Trabaja todo el día. Se desvela trabajando. No se da reposo, ni lo deja a uno en paz. Nos atosiga con sus proyectos, nos cansa con su activismo de potro de carreras, nos enreda con sus negocios, nos esquiva cuando creen que le vamos a quitar unos minutos de su “precioso tiempo”. Sus hijos nunca tienen acceso a ellos. Vive absorta en sus rutinas y quehaceres, encasillada en su furia laborista. Solo quieren hablar sin escuchar.
Es esclavo de su propia obsesión. Hay que tener cuidado con él o ella, porque se vuelve “importante, egoísta y antisocial”. Podemos ponerle el letrero de “Hombres o mujeres trabajando”. Cuando ya sienten que tienen todas las pruebas superadas y metas alcanzadas, se lamentan de no tener mejores amistades ni haber disfrutado el crecimiento de sus hijos que ahora ya están grandes y, por imitación, tampoco tienen tiempo de convivir con hijos ni con padres. ¡Pos´ pobres!