Por Felipe Canchola González
La clase política, cuando hace campañas electorales, dice que solucionará todos los problemas que viven los habitantes. Ofrece un paraíso de bienestar y prosperidad para todos los sectores de la población, y promete corregir los abusos e injusticias, hacer producir el campo, así como generar más empleos.
Habla de facilitar la obtención de créditos para la vivienda, construir más escuelas, tener suficientes medicamentos y hospitales, mejorar el poder adquisitivo, acabar con la pobreza, en resumen, asegura para todos techo, vestido y sustento. Para ello, busca frases, pensamientos y todo lo que al pueblo le gusta oír.
Los ciudadanos hemos sido demasiado impresionables, pues nos gustan las palabras bonitas y los ofrecimientos mágicos que nos hacen a través de los medios masivos de comunicación que nos saturan el subconsciente. Nada cuestionamos porque no nos hacemos un análisis de conciencia ciudadana.
Las posibilidades reales para que todo suceda, no depende de los partidos de un sistema de gobierno, de los partidos políticos, de los candidatos ni de toda la clase política junta. Todo cambio, progreso y transformación de la sociedad, depende exclusivamente de la participación ciudadana.
La participación ciudadana se reglamentó, es decir, se hizo obligatoria en la pirámide gubernamental para hacer realidad un co-gobierno con la sociedad. Sin embargo, el sector oficial comenzó a integrar consejos consultivos como “trajes a la medida”. La sociedad civil, así representada, solo ha servido de ornato.
Los líderes sociales que emergen por generación espontánea de la comunidad, abanderan causas legítimas, pero la clase política y la empresarial, hacen los suyo y van restando las fuerzas vivas de la colectividad. Alguien decía: “El poder corrompe, pero el no poder, corrompe más”.
Al ciudadano le hace mucha falta la materia de Civismo, cuyas bases permiten una auto-evaluación sobre su vida social. Con esta materia, también se suprimió la claridad en valores, deberes ciudadanos y obligaciones para la familia como núcleo de la sociedad entera. Las fuerzas del bien y del mal combaten en el seno familiar.
No debemos dejarlo como una añoranza del pasado, sino como único faro en la navegación del presente y del futuro. En el ciudadano, en nada ni nadie más, está la solución a todo, absolutamente a todo. Lo crea usted o no lo crea, el mundo sigue girando.
Presidente del Consejo de Periodistas de Guanajuato, A. C.