“Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad.”
Benjamín Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense
Han pasado muchas semanas, muchas, en las que he estado alejado del teclado. Los motivos han sido variados que, en conjunto, no me permitieron tener la certeza de la continuidad en mis colaboraciones pero, ante la amable invitación de buenos amigos para formar parte de un equipo de trabajo colaborativo enfocado a la información y comentarios sobre los sucesos cotidianos, decidí aceptar gustosamente.
No ha sido fácil estar sin compartir puntos de vista que van conformando una nueva sociedad, pues la juventud viene empujando con fuerza y con sus convicciones que, de una manera u otra, requieren señalamientos de reflexión, propuestas para que tomen aliento y repiensen sobre sus efusivos impulsos y le den forma a su obra, a sus inquietudes, a sus conceptos de equidad o de inconformidad.
Un diario quehacer que no desgasta, sino que ayuda a corregir, a aprovechar áreas de oportunidad y, tal vez, a perfeccionarse al tener presente la alta responsabilidad que impone la “docencia”, en cualquiera de las acepciones que se le dé.
Y es precisamente en la niñez, en la juventud, en el espíritu de superación que cada uno tenga, que nuestra obligación, nuestra devoción orientadora o magisterial, debe ser incólume a pesar del cotidiano interés en separar, dividir, minusvalorar pero, sobre todo, impedir que se desarrolle el espíritu de superación en cada persona.
De esta manera, llegamos a un precipicio al que es fácil caer: el de aplicar la “Ley de la Seguridad Personal”, que no es otra cosa que velar por los intereses propios y no por los sociales; el resolver primero la pobreza personal y de los suyos, incluyendo entre éstos a familiares o cercanos colaboradores pero no las necesidades de la ciudadanía quienes con sus familiares depositaron la confianza en quien designa a los demás funcionarios.
Esto nos lleva a un dilema: ¿Habrá ahí “Lealtad” o “Complicidad”? (ambas ciegas). ¿Cómo se interpretan o se espera que sean interpretados estos términos? ¿Acaso serán sinónimos?
No cabe duda que de los principios educacionales de las personas, dependerá la forma en que se les dé sentido a estas palabras y se permita que echen raíces en la voluntad de cada quien para que se actúe al amparo de una idea que no es la que es.
El desconocimiento del significado de las palabras es el que induce a tener una concepción errónea de la realidad que, en este caso, es ese desconocimiento con el que se mueven las consciencias y, por ende, a las personas.
Lic. Francisco Sunderland Álvarez