Inicia la Cuaresma y surgen dudas de cómo escribir algunas palabras. La mayoría de las personas suponen que la palabra ‘dios’ siempre debe ir con mayúsculas inicial. Incluso, una me aseguraba que la instruyeron así en la escuela, que todo lo relacionado a la religión debía enunciarse con mayúscula inicial. No es así, en todos los casos. Veamos sus particularidades.
El vocablo ‘dios’ es un nombre común. Se aplica a las divinidades de cualquier religión. Es decir, no es un nombre propio y, por tanto, debe enunciarse con minúscula inicial, salvo los casos que señalaré más adelante.
Así podemos enunciar: «El dios de los judíos…», «el dios de los cristianos», o «Los dioses de los mexicas…». Evidentemente, aunque se refiere a uno en particular en cada religión, es vocablo común a todas a todas ellas porque es genérico.
Sin embargo, la antonomasia aplica cuando mediante una palabra común se hace sobrentender a un sustantivo propio o específico (los sustantivos son personas, animales, cosas y conceptos). Ejemplo: «El papa Francisco hizo un llamado para la paz. En su mensaje el Papa pidió a las partes en conflicto que…». En la primera ocasión la voz ‘papa’ inicia con minúscula porque es nombre común (al menos a 264 papas registra la historia como líderes de la cristiandad). Sin embargo, en la segunda ocasión se enuncia con mayúscula porque mediante ese vocablo se hace entender a uno solo: a Francisco. Se comprende eso por el contexto.
Aplicada esta regla a la palabra ‘dios’, se enunciará con mayúscula inicial cuando haga sobrentender uno en particular. Es decir, cuando un cristiano, judío, musulmán o de cualquier otra religión enuncia «Dios» se refiere al propio (Jesús, Yahvé o Alá). Por tanto, se aplica la mayúscula.
En contraparte, ese vocablo irá en minúscula inicial cuando acompañe a la deidad: «El dios Tláloc señoreaba el Tlalocan»; «Cuando dios Padre creó…».
Ahora, la palabra ‘iglesia’ también es nombre común. Debe enunciarse con minúscula, particularmente cuando se aplica a algún templo o construcción destinada al culto. Pero si mediante ella se hace entender la congregación de fieles y ordenados (ministros, monjes, diáconos, etc.), entonces se enunciará con inicial mayúscula.
Las palabras ‘santo’ y ‘san’, por ser comunes debe escribirse con minúscula. Así, san Agustín o san Pedro deben iniciar con minúscula. Caso diferente si se trata del nombre de un templo o de una calle. En ese caso, pasa a ser el nombre propio y queda como San Agustín. La misma lógica aplica para las vírgenes. Y en ese tenor también están los evangelista: «El evangelista Juan, en Revelaciones, nos advierte de…».
Por supuesto, los elementos que intervienen en los ceremoniales son también nombres comunes: la hostia, la patena, el cáliz, la custodia, etc.
Los nombres de las fiestas religiosas también se escriben con mayúscula al iniciar porque son nombres propios de periodos: Navidad, Cuaresma, Semana Santa.
En conclusión, es inapropiado indicar que todo lo relacionado con la religión debe escribirse con mayúscula inicial por razones de respeto. Se trata de vocablos equiparables a cualquiera otro y las reglas ortográficas son generales, no excepcionales.