Lic. Mario Gutiérrez Covarrubias.
No cabe la menor duda de que López Obrador carece de lo que podríamos denominar sentido del ridículo, y también paradójicamente, del sentido de lo trágico. Digo esto porque lo que va de su mandato ha sido el escenario de varias de sus actuaciones que así lo demuestran. Además, en las últimas semanas creo que hay dos o tres cosas que lo confirman.
Su proverbial inclinación a desobedecer los mandatos de la ley queda patente cuando al darse cuenta de que su intención de incorporar la Guardia Nacional al Ejército, visto el fracaso que como elemento civil de seguridad ha tenido, por medio de una reforma constitucional pretende llevarla al mando y a la disciplina militar que no sería aprobada por las cámaras legislativas por ya no tener Morena la mayoría de votos calificada necesaria, decidió que ese cambio puede hacerlo mediante un simple decreto que establezca lo que desea, dándole apariencia de norma jurídica a su voluntad. Así, no ha tenido el menor empacho de anunciar que ya pronto emitirá tal decreto y de esta manera la reforma tendrá vigencia mientras se debate en el legislativo la modificación constitucional planteada, a la que, salvo los corifeos de Morena, todos se oponen. Sabe López o debiera saberlo por boca de sus asesores jurídicos que si en la Constitución (artículo 21) se determina que el carácter de la guardia referida es civil, un decreto no puede cambiar su naturaleza, porque la primacía pertenece al texto constitucional, sin importar que pueda alegar razones de seguridad nacional o cualquiera otra zarandaja similar. Sabe o debe saberlo, que aún si en alguna ley secundaria, que no existe por supuesto, le otorgara la facultad que quiere ejercer, la ley constitucional debe prevalecer. Hace que no sabe lo que tiene que saber, que un texto constitucional solo se modifica o deja de tener validez si se emite válidamente otro de la misma categoría en sentido diverso. El texto constitucional actual no establece excepciones a la naturaleza civil de la referida guardia y por tanto nada en la legislación secundaria lo puede modificar. Por otra parte, el artículo 129 de nuestra Ley Fundamental lo impide al señalar que en tiempo de paz ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan “exacta conexión” con la disciplina militar. Este contenido tampoco puede hacerse un lado con un simple decreto.
No le importa al presidente hacer el ridículo en el ámbito jurídico. Qué pretende con esa actitud. Dos cosas creo yo. Precipitar el cambio y comenzar con él o incluso terminarlo, mientras la oposición consigue por las vías constitucionales buscar suspenderlo o declararlo invalido sacando temporales ventajas en relación al poder, pero además con la esperanza de que la Suprema Corte, de la que no se sabe con precisión de que lado batea, empleando una frase usada en el deporte que fascina a López, acoja como válido su decreto. Y también, la segunda posibilidad es que en las cámaras pase la reforma constitucional propuesta. Lo que en cualquiera de los dos supuestos sería trágico para México. Como trágico es ya ver cómo un presidente ofuscado por su ambición pone en peligro la estabilidad de nuestro país.
Ridículo que pretenda mantener su política de “abrazos, no balazos” como un medio para someter a la delincuencia, principalmente al crimen organizado y a los narcos, cuando ya dominan gran parte del territorio nacional y someten y vejan a los que lo habitan, privándolos de propiedades, posesiones, fruto de su trabajo e incluso de la vida. Trágico por los resultados negativos indicados para las víctimas y también porque esa necedad ha llevado a las fuerzas armadas al desprestigio y casi a acompañarlo en ese ridículo, que se ha revelado en no pocas ocasiones en la pasividad ante las actuaciones ilícitas del crimen organizado e incluso al sometimiento ante otros grupos armados. No tan grave, pero sí es necesario hacerlo notar, que la imposición del presidente como jefe supremo del ejército impulsa ya en esa institución un culto a la personalidad, cuando los medios dan noticia de que en algunos espacios militares se graban frases de discurso de ese jefe, como muestra de un exceso en la obediencia y disciplina, que pueden hacer presumir sometimiento a la persona en cuanto tal, y no a la figura que la ley concreta en los ordenamientos jurídicos respectivos. ¿Exageración de mi parte? Quizá lo sea, sin embargo además de lo ridículo de poner esas frases, que algunas ni siquiera son originales ni propias, el fondo puede ser trágico. Sí, ojalá sea una exageración de mi parte.
Los medios dan la nota y publican fotografías de un helicóptero de la Marina Armada de México terminando el traslado de la mascota de un equipo de beisbol al campo de juego donde jugaría un equipo de las preferencias del presidente. Ridículo y trágico es que por quedar bien se utilicen medios de transporte que se deben destinar a otros fines y que cuesta bastante dinero su uso. La disculpa de que la Marina se hace presente en algunos espectáculos con sus elementos, suena hueca. Cierto que se envían bandas de música, se hacen exposiciones de elementos de equipo, personal que hace ejercicios y participa en ellos como colaboración, pero eso de un helicóptero para trasladar a la mascota disfrazada, botarga creo que le dicen, resulta, reitero, ridículo y trágico, por lo que tiene de fondo y creo que no hay necesidad de repetirlo. Más descaro imposible.
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