Donde no hay justicia, es peligroso tener razón”
Francisco de Quevedo
Lic. Francisco Sunderland Álvarez
Después de esa descarada farsa que ya adivinábamos las personas con capacidad de pensar con independencia y libertad; después de diversos análisis de los argumentos encontrados, contradictorios y llegar a conclusiones derivadas de atender una multitud de opiniones sobre la inconveniencia, no sólo jurídica sino política y sobre todo social de la obra chabacana, grotesca y simulada de un remedo de elección carpera para poner a un puñado de personas impresentables, la mayoría, bajo el contubernio de una camarilla de entreguistas ignorantes, no solo del derecho sino de la equidad y, sobre todo de la ética, ha dado como resultado que esa pléyade se ha integrado como un “Frankenstein” del poder judicial, todo parchado y que no fue otra cosa que el resultado de una venganza arrabalera, de una falacia política y de una sociedad indolente y pusilánime.
Todo parece indicar que, guste o no, una enorme mayoría de personas (en particular, abogados), no actuaron, no opinaron, guardaron silencio (no prudente sino cobarde) ante ese capricho bananero por el temor a que los pudieran registrar, grabar, exhibir por las opiniones contrarias a la imposición que se estaba “cocinando”. Y precisa señalar que, quienes guardaron silencio es porque se sumaron a la farsa, esas personas forman parte de este desastre que provoca la caída de México en un fango del que va a ser sumamente difícil que salga y, cuando lo haga, habrá pasado mucho, mucho tiempo.
Emitir alguna opinión o apoyo manifiesto a las inconformidades de personal del otrora Poder Judicial tal vez pudieron realizarse “bajo el agua, por cuerda separada” pero con nulos resultados, como la realidad lo certifica. Pocos, muy pocos alzaron la voz solidaria ante ese desbarajuste y, no cabe duda que, para el caso que nos ocupa, a fin de cuentas, es en México, en donde la inacción es equiparable a la traición.
Se dice que se estudió derecho para buscar una mejor sociedad, una sociedad pacífica regida por normas comunes derivadas de un tronco esencial, fundamental: La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
No hay punto de comparación entre la hoja curricular de la Dra. Norma Lucía Piña Hernández, que ha hecho honor a su calidad de estudiosa, maestra, doctora en derecho, jurista, catedrática, frente a un grillo, amigo del profesor Guillén, allá en Chiapas y dócil seguidor de Andrés Manuel López Obrador, de nombre Hugo Aguilar Ortiz quien ostenta una licenciatura pero que allanó entre los pueblos originarios, el sinuoso camino para extender la brecha para que corriera la vía del fracasado “Tren Maya”.
Bueno, fracasado para el pueblo mexicano, fracasado por arrasar con una importante superficie de la selva del sureste; por haber extinguido buena parte de la vida silvestre, flora, fauna y, dos cosas importantes: la inmisericorde tala de árboles y la enorme contaminación de cenotes y mantos friáticos.
¡Un verdadero desastre; un ecocidio irrevertible! ¡Ah, pero gran negocio para los cercanos de los juniors!
Enorme vergüenza para México. No dudo que el mundo se compadezca de lo que le pasa a este hermoso y rico país, sobre todo se duela de la inmerecida población que le ha tocado: ignorante y de pocos o nulos arrestos.
Cierro con la definición que Platón nos brinda respecto a lo que es la corrupción: “La corrupción es la degeneración de las formas de gobierno. Cuando los gobernantes dejan de buscar el bien común y empiezan a servir sus propios intereses.”
Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total. La copia o distribución no autorizada de este artículo por el autor y, en su caso, su correspondiente imagen, infringe los derechos de autor. fsacomentarios@gmail.com