«Del valor de cualquiera de nosotros, se ha
de fabricar y componer la seguridad de todos.»
(Hernán Cortés – febrero de 1519)
Lic. Francisco Sunderland Álvarez
Es muy curioso cómo con una arenga como esa, Hernán Cortés, desde la isla de Cozumel, logra mover a menos de mil hombres en busca de la conquista de un pueblo, para ellos, desconocido y al que le precedía una fama de poderoso y cruel.
Enfrentar una fauna diferente a la que ellos podrían haber conocido en sus tierras de origen, con un clima sofocante y armaduras pesadas, su marcha debió ser extremadamente extenuante.
Seguramente con un sabor acre en sus bocas, con el temor en cada paso que dieran, entre lodazales y enredaderas, se toparían con víboras o serpientes, insectos agresivos, sudor frío provocado por la mezcla del clima bochornoso y el miedo a lo desconocido, todo ello soportado por la ambición.
En ese momento no sabían que más adelante se les iban a unir tribus resentidas con los mexicas, sólo los movía la promesa de oro que iban a tener; grandes extensiones de tierras que se les ofrecieron una vez logrado el objetivo.
Ahí inicia la caída de lo que hoy es México; lo que fue la Gran Tenochtitlán. Y, desde 1521 a la fecha, nuestro país ha sido botín de una mayoría de usurpadores y envidiosos; de ejércitos divididos; de personas sin escrúpulos – unos más, otros menos – pero eso sí, con la cuenta de grandes excepciones fácilmente identificables – que no pasan de 7 al frente de la Nación – pero, a fin de cuentas, las acciones de la mayoría ha sido en demérito de esta Nación, también conocida como «El Cuerno de la Abundancia», y en la que las guerras fratricidas han sido el común denominador.
El México de hoy, ha luchado, hasta el 2017, día a día, para lograr que la voz de cada mexicano sea escuchada y atendida como entes individuales y para un bien común y no como manadas descerebradas manipuladas para bien de un puñado de ignorantes y resentidos aún deslumbrados por ideologías que han sido no solo derrotadas por la razón, sino destrozadas por una pasmosa realidad imperante.
Esa voz y anhelos de cada mexicano han sido silenciados; la democracia ha muerto; el congreso de la unión ha sido cooptado por una facción multitudinaria que responde al sonido del cencerro que es tañido por un resentido ignorante y a quien él y sus esperanzadas mascotas se protegen tras las bayonetas de un ejército que, deslumbrado por el oro, igual que los conquistadores de aquellos años, ha olvidado su deber de primero defender a los mexicanos todos y no solo a una pléyade de usurpadores, que es lo que son hoy día, quienes ocupan puestos en el gobierno morenista.
Esa voz y anhelos de cada mexicano se encuentran bajo el fuego de la estupidez y mala ambición y, ojalá pronto resurja, como el «Ave Fénix» con sus alas doradas que, con su aletear hagan audibles los hoy susurros de libertad que se dejan escuchar en el ambiente de la mayor parte de todo el País.
Hoy, silenciosamente, estamos siendo encadenados y amordazados; prohibido opinar en contra del régimen dictatorial; prohibido comunicar por redes sociales puntos de vista que opaquen la acción gubernamental; prohibido no detenerse en algún retén (aunque no se sepa si los uniformados son de las fuerzas armadas o de los civiles armados, ¡eso no importa!, lo que importa es que uno no se oponga a la detención, al robo o a la muerte): prohibido grabar las conversaciones de los funcionarios; prohibido que se amparen contra las arbitrariedades gubernamentales y, si amparan, pues para eso está ese circo de la maroma y el teatro judicial.
Hoy, en México, ¿aún habrá mexicanos unidos o seguirán las consignas divisorias de quien ordena desde «La Chingada»? Hoy, en México, el mosaico nacional está hecho añicos. Urge recomponer la unidad de los mexicanos aunque se antoja como una labor titánica en la que cada persona debe poner su voluntad, su esfuerzo sin más restricción que la línea de honestidad-ética toda vez que, para ello, aún los grupos «opositores» ni siquiera logran unirse y ponerse de acuerdo porque en muchos de los integrantes, aún prevalece la avaricia, la vanidad y la soberbia.
Es más, la propia «aplanadora» morenista, se está resquebrajando. Es ahora el momento de la unidad nacional. Hoy, el silencio se está apoderando de ese México bullicioso y hermanable; ese México unido en la desgracia de los edificios caídos y personas bajo piedras y concreto; de ese México que en las crecidas de los ríos, forman cadenas humanas para salvar vidas, sin fijarse si son ricos o pobres, con cultura o sin ella, con educación o sin ella, de un partido u otro. Lo importante es que hay que ayudar a un compatriota en desgracia.
Hoy es el momento de México. Hoy ya es hora de unirnos porque «la verdad nos hará libres».
Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total. La copia o distribución no autorizada de este artículo por el autor y, en su caso, su correspondiente imagen, infringe los derechos de autor. fsacomentarios@gmail.com