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miércoles, febrero 5, 2025
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AQUELLAS AÑORADAS NAVIDADES

“La sabiduría podemos aprenderla de otros,

la prudencia debemos buscarla en nosotros mismos.”

 (Axel Mounthe, en su obra “La Historia de San Michel, 1931)

 

Lic. Francisco Sunderland Álvarez 

16 de diciembre del 2024. –


Hace once años escribí un artículo sobre el nacimiento de Jesús de Nazareth, en el que formulé varios cuestionamientos con sus respectivos cimientos pero ahora, no es la idea de copiar lo dicho sino referirme a otras celebraciones sobre el tema.

Se sabe que esta fecha decembrina tiene su origen en factores históricos que involucran al poderoso Imperio Romano y a ritos paganos que poco tienen que ver con el hecho histórico que se conmemora: el nacimiento de Jesús en Nazareth.

Sin embargo, ahora me referiré a un sinnúmero de acciones previas a esa celebración y que, por generaciones, por años, muchos años, se ha respetado y celebrado con todo el rito previo: las famosas posadas.

Estas “posadas” fueron ideadas por clérigos para una mejor comprensión de aquellas personas con cultura mínima y aún menor en materia religiosa, como el caso del “nacimiento” que San Francisco de Asís ideó ilustrando con figurillas la historia bíblica sobre este punto y, en ambos casos, se buscaba facilitar el  conocimiento de la historia religiosa con cánticos y procesiones, a lo largo de  nueve días, para que se comprendiera el extenso peregrinar de María y José huyendo de Nazareth para llegar a Belén y recordar todo lo que padecieron hasta el natalicio de Jesús..

No cabe duda que la mente es un botón de muestra de todas las hermosas maravillas de las que, la mayoría de las personas podemos disfrutar y ello, definitivamente, es una gracia.

De pequeños, se nos hacía tarde para que llegaran las posadas, con la reunión de tíos, primos y familiares, que para el evento, nos dividían en dos grupos: uno fuera de la casa y otro dentro de ella. Los de afuera pedían posada cargando las figuras de José, y María sobre una mula, y los de adentro se hacían del rogar para dejarlos pasar. Todos recibíamos una velita y, ordenadamente formados (bajo la severa vigilancia de los adultos) se llevaba a cabo la remembranza.

Al entrar a la casa, solo era para dejar las velitas, que nos dieran unos “espanta-suegras”, luces de bengala y prepararse para las piñatas (que también tienen su significado religioso) pero a nosotros lo que nos importaban, no era tanto la representación de los dones que se iban a desparramar sino, romper esas piñatas enormes en forma de estrellas, repletas de cañas, mandarinas, cacahuates, chabacanos, chocolates, etc., etc.

Las piñatas eran de barro, forradas de papel periódico, con los conos para las puntas de la estrella (que a la hora de los “palazos a la piñata”, alguno se desprendía) y surgía el primer amotinamiento para ganar el “cucurucho” desprendido y para poner ahí los frutos y dulces que cada quien alcanzara a levantar de lo que cayera de la piñata.

Como señalé, originalmente, era una reunión eminentemente familiar; aunque luego se comenzaban a sumar amigos de los hijos, de los primos, de los otros amigos, etc., como en el caso de la familia Palacios de la Cd. de Salamanca, Gto., en donde, siendo una familia numerosa, armaban un ambiente de pronóstico reservado, ya que, además, integraban un conjunto musical fenomenal.

Por cierto, como serían estas posadas, que la última a la que asistí, fue en un salón que se rentó en San Ángel, entonces delegación Álvaro Obregón y empezamos a salir a las cuatro de la madrugada, contentos, eufóricos pero no borrachos y, la euforia era llevada con prudencia.

Asistí a una posada en la Ampliación Las Águilas -cuando era un asentamiento irregular habitado por “paracaidistas”- y en donde las personas siempre fueron muy atentas y cordiales, respetuosas y amigables.

Ahí se organizó solo una posada, pero en la que hubo gran algarabía por parte de toda la comunidad. De hecho, llamarle “posada”, solo obedeció a la temporada en que se convocó a la comunidad y en donde se consiguieron muchos juguetes para los niños.

La chamacada alegre, pero no por ello menos brava, disfrutaron cada momento. Ahí no hubo protocolo de posada, todas las personas disfrutaron con gran entusiasmo los juguetes y las piñatas; llovieron los buenos deseos y se sabía que la intención era solo la de  llevar un destello de alegría. Solo eso.

Se dio la ocurrencia de preparar piñatas “sorpresa”: primero una como la ya descrita (con frutas y golosinas) pero, la segunda, estaba embarrada por dentro con engrudo bien adherido y se llenaba con agua tibia, se tapaba de manera que no se derramara y se le pedía al más grande, que fuera el primero que la golpeara.

Eso traía consigo la molestia de los más pequeños pero, a la hora en que tronaba la piñata y toda la chamacada que se abalanzaba al suelo sobre el relleno de la piñata, recibían un baño de agua, (para ello ya había toallas preparadas para secar a los mojados). Todos estaban encantados. ¿pleitos? ¡ninguno!

La tercera, era otra con relleno de frutas y golosinas pero, la cuarta, también embarrada por dentro con engrudo bien adherido, llevaba como relleno harina. Así que quienes no se quisieron secar a la hora en que les caía encima la harina, andaban todos almidonados después de haberse lanzado nuevamente el suelo. Y la cuarta, volvía a tener un relleno de frutas y golosinas.

Regresando a los ayeres de posadas familiares de conmemoración de la Navidad, llegado el 24 de diciembre, se asistía a “misa de gallo”, después se regresaba a la casa para celebrar la cena de Nochebuena en familia y, el 25, día de la Navidad, había una comida con las familias de los señores de la casa.

Hoy, no son “posadas”, son reuniones en las que puede haber o no piñata, pero lo que si hay es mucha botana, cena, postres y alcohol. Mucha plática y mucho baile, pasando lo mismo con la Semana Santa. Todo se ha desvirtuado, salvo algunos casos de familias que siguen sujetándose fuertemente a las tradiciones y convicciones.

Pero para la gran mayoría de las personas de mi generación, aquellas posadas se añoran aunque el recuerdo, en esta particular temporada reviva aquellos ayeres con gran intensidad y con un nudo en la garganta por aquellos que solo están vivos en nuestro corazón y en nuestra mente.

Rompo mi cierre usual para desearles, en este Invierno, una muy Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo 2025. Y, si me actualizo un poco, solo me limito a desearles felices fiestas y lo mejor para el año próximo, a pesar de lo que sea que venga. fsacomentarios@gmail.com

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