En 2015, una pequeña de 11 años llamada Riley Andersen enfrentó un gran cambio en su vida cuando se mudó con su familia de Minnesota a San Francisco como parte de la cinta Intensa-Mente.
La mudanza cambió la paz dentro de su cabeza, especialmente en sus emociones, representadas por cinco coloridas figuras llamadas Temor, Desagrado, Furia, Alegría y Tristeza. En especial, estas dos últimas son las que hicieron un esfuerzo mayúsculo para aprender a trabajar juntas.
Pero hoy, nueve años después de ese filme, los espectadores han tenido que sortear como nunca con emociones que la propia Riley conocerá en la segunda parte.
Si bien sólo ha pasado un año en la vida de la pequeña, el contexto en el que se estrena esta cinta es muy distinto: la gente se siente saturada por la abrumadora información que recibe desde sus celulares, además del tsunami emocional que dejó la pandemia. Y eso es algo que los creadores no podían dejar de lado.
“La ansiedad está ahí porque se preocupa por ti, está ahí para ayudarte. Pero, por supuesto, puede ser perjudicial si se descontrola”, reconoce Kelsey Mann, director de la película.
En esta oportunidad, Riley entrará a la temida etapa de la pubertad, en la que no sólo enfrentará cambios físicos, sino también lidiará con emociones mucho más complejas: envidia, aburrimiento, vergüenza y ansiedad.