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lunes, octubre 20, 2025
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Los 4 espadas muy toreros, pero sólo Ismael, Silveti y Bohorquez cortaron oreja

Texto y fotos: Juan José López Luna

Con una tarde muy ventosa y un cuarto de entrada pero ambiente festivo, se dio en el viejo coso “Revolución” el festival de la romería, en el que originalmente estaban anunciados cinco espadas, aunque por alguna causa Alfredo Gutiérrez no llegó. Hicieron el paseíllo Ismael Rodríguez, Carlos Rodríguez, Juan Silveti y Juanito Bohórquez, quienes lidiaron igual número de novillos de distintas ganaderías, los cuales se dejaron hacer fiesta y a tres de ellos les cortaron oreja.

El primer espada, Ismael Rodríguez, matador leonés en retiro pero con afición intacta, recibió de rodillas a su novillo arrancando los primeros “olés”. Ya de pie, ligó verónicas muy vistosas rematadas con una media. Tras la pica, ejecutó un quite por chicuelinas que fue coreado con fuerza. Con la muleta, templó y ligó varias tandas de derechazos, cambiando luego a la mano izquierda, donde también brilló. Cerró con manoletinas y, tras pinchar, dejó una estocada entera que hizo doblar al astado, cortando una oreja.

El segundo espada, Carlos Rodríguez, comenzó algo titubeante, pero pronto lució verónicas y chicuelinas de gran torería. Con la muleta alternó momentos irregulares, aunque cuando se asentaba, pegaba pases de auténtico cartel que levantaban al público. Pese a los repetidos pinchazos, fue despedido con palmas por su entrega.

El tercero, Juan Silveti, hermano de Diego, recibió con capotazos genuflexos y verónicas que levantaron “olés”. Tras un variado quite con tafalleras, gaoneras y caleserinas, brindó al público y se dobló con la muleta para someter a un astado que terminó tardando en embestir. A base de constancia, ligó derechazos con torería y clase, sumando naturales y adornos que completaron una faena de mérito. Tras una estocada entera, el público pidió la oreja.

El cierre corrió a cargo de Juanito Bohórquez, quien sorprendió gratamente a la afición irapuatense. Entre tropiezos y valentía, mostró una serenidad pasmosa para ejecutar pases llenos de arte y temple, tanto con capote como con muleta. Su faena de altibajos pero con destellos de arte puro emocionó al tendido, que pidió también la oreja tras una buena estocada.

Una tarde de torería, viento y pasión, en la que los toreros dejaron huella en el coso Revolución, recordando que la fiesta brava sigue viva en la tradición irapuatense.

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