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domingo, marzo 9, 2025
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Exterminio, lo que no quiso ver un gobierno

Jorge Marcelino Trejo Ortiz

El hallazgo del denominado “centro de exterminio”, en un predio ubicado en las proximidades de Guadalajara, Jalisco, significa un impacto enorme en la mente de los mexicanos porque nos hace ver que el horror provocado por el crimen organizado, no tiene límites.
A la vez, representa la ignominia porque no fueron las autoridades quienes hicieron el descubrimiento, sino colectivos de madres buscadoras. Se trató de tres hornos crematorios donde había cientos de partes óseas humanas.
En ese sitio, en septiembre pasado, las autoridades liberaron a una veintena de personas, de una lista (encontrada ahí) de más de 60 reclutadas por el grupo criminal de las cuatro letras, las otras, posiblemente eran parte de los exterminados.
Fueron detenidos 10 presuntos miembros del grupo delictivo, quienes operaban en el lugar. Y esto, increíble, no fue suficiente para dilucidar lo que realmente ocurría es ese sitio.
Si encontraron 400 zapatos, corresponderían a 200 personas, pero si fueron 400 pares, entonces debieron pertenecer a igual número de personas.
Es inimaginable la forma en que las personas eran ejecutadas y luego cremadas pero las evidencias encontradas es que primero se les disparaba y luego incineraba en las fosas que eran a la vez crematorios y al final fosas clandestinas.
El trabajo que se le viene a las autoridades de Jalisco, de determinar a ciencia cierta qué era el lugar y determinar la identidad de todos los restos humanos, debe ser compartido por la autoridad federal, porque es esta a quien compete la lucha a la delincuencia organizada.
A la memoria nos vinieron de seguro las imágenes del holocausto de los campos de concentración y de exterminio de los nazis, la barbarie y sus métodos, importados a nuestra nación.
Jalisco es por mucho la entidad que concentra el mayor número de denuncias de personas desaparecidas en los años recientes, según la Comisión Nacional de Búsqueda, hasta febrero de este año, son 15 mil personas que permanecen desaparecidas.
El sexenio pasado registró 51 mil personas desaparecidas y no localizadas, del gran total que se tiene desde los años 60 en el país y que corresponde a casi 123 mil, y según mi regla de tres, representa el 41.46 por ciento del total histórico.
Los desaparecidos no se pueden sumar a la cifra de homicidios dolosos, que en el sexenio pasado sumó 197 mil casos, el 90 por ciento cometidos por la delincuencia organizada.
Ante la vorágine de hechos y números de violencia y crimen, se nos olvida que cada unidad representa a un ser humano, a familias que sufren por ello y son víctimas directas también.
Este hecho, que es un impacto emocional, nos trajo de nuevo la capacidad de asombro que no se debe de perder ante una sociedad que se ha ido condicionando a los hechos violentos, y hoy solo le conmueven los que son más extremos.
Aunado a la capacidad de asombro, debemos asumir y recobrar la capacidad de acción, con la exigencia a las autoridades de que hagan su trabajo o renuncien, pero, además, participar en grupos ciudadanos que busquemos la seguridad pública y la paz social.
Todo el trabajo en favor de la paz es, en principio y al final del día, en favor de nosotros y de nuestras familias. Nos deben mover no solo hechos como el que estamos comentando hoy, y solo cuando ya han ocurrido, sino la idea de prevenir que eso siga ocurriendo.
Un reconocimiento a los colectivos de personas que han estado haciendo un trabajo que, por ley, compete los tres órdenes de gobierno. Si no es por ustedes, no se hallarían esas inhumaciones clandestinas, no se estarían encontrando e identificando, aunque de esa forma, a seres humanos desaparecidos.
. jmto231967@gmail.com

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